COREA SALE CARA

Lo confieso: desde hace un par de semanas pago por placer.
Sí, y a diario; y no demasiado barato. Pero es que esas manos recorriendo tu cuerpo, untadas en aceite caliente, haciéndote notar vértebra a vertebra, sumiéndote en el placer de desconectar del mundo con todos tus músculos en tensión para después dejarte absorta en el relax posterior, no tiene precio. Y qué decir de esos aparatos, (nuevos para mí) que te colocan en las posturas más imposibles, no por ello menos placenteras, más deseables aún por el calor que desprenden... ¡Ay! Y eso a las 10, 30 de la mañana. Mi masajista es un regalo del cielo.
O del infierno; porque el míster, ( que es gallego con jefe coreano y título en fisioterapia " normal" y técnicas corenas) según tenga el día, hace que te duermas en las sesiones o te despabila en un pis pas, hasta llegar a querer morderlo.
La primera vez que me tocó el cuello pensé que no lo contaba: "Relájate" -me dijo. "Se va a relajar tu padre" pensé para mis adentros. ¿Cómo iba a hacerlo si me estaba estirando el cuello hasta pensar que se me desencajaba de la cabeza, estando tumbada y viendo que me desplazaba todo el cuerpo agarrándome por el pescuezo cual pobre animalejo indefenso? ¿ O cuando te manda girar a la derecha o izquierda, y en un despiste hace un rápido movimiento -tipo cuando matan a uno en las pelis- culminando la maniobra con un "tranquilizante" crack? La primera vez que sufrí este movimiento, cuando volví a abrir mis ojos (siempre los cierro) vi una enorme luz que me deslumbró: "Ya está, fin del camino. Qué forma más tonta de morir, pensé. Ah, no, que es el tragaluz."
¡Ay! De verdad que paso momentos malos, de muchos nervios. Cada mañana, mientras bajo andando a la consulta, voy pensando qué movimiento imposible me tocará esa mañana, o si será mi última sesión...
Mañana empiezo con suerte, iré más tranquila: su equipo futbolero del alma ha ganado este finde... ¡uff!