
Pues sí, seis largos días he tardado en poner en orden mi habitación.Y diréis, pues que chica más desordenada ( guarrilla, sucia, etc). Nooooo. Estaba todo colocado, -que soy una chica apañailla- lo que he hecho ha sido una limpieza profunda, desde dentro: armarios, cajón por cajón, carpeta por carpeta, papel por papel;fotos, recuerdos, dibujos, cartas, ropa...He tirado lo innecesario, lo válido lo he clasificado todo por temas, he jubilado apuntes del instituto ya inservibles, trastos de hace años que ya no cumplían ni la función de recuerdo, he cambiado la decoración... Y la verdad, no tengo nada nuevo, pero lo que tenía lo percibo de otra manera...No es lo mismo ver mezclados, ( más bien tirados) libros de derecho, inglés, o recetas de cocina entre recortes de artículos de opinión o modelitos de zapatos, que encuadernarlos, verlos en tu librería perfectamente diferenciados, cada uno en su respectiva balda, por temas; adquieren otros significado, te das cuenta de que existen, e incluso te incita a leerlos, estudiarlos, consultarnos, a cocinar esas berenjenas rellenas que se ven irresistibles en la fotografía...
Os diré que, aunque os parezca una chorrada, me siento más libre, mejor, con más orden incluso conmigo misma. Siento una especie de empatía con el nuevo aspecto y orden de mi dormitorio.
Y es que, a veces, necesitas poner patas arriba lo existente ( aunque te toque dormir en el sofá unos días y te duela el cuello los cuatro siguientes...) para poner en orden lo exterior y lo interior, para poner cada cosa en el lugar que le corresponde y una vez le quitaste, y para que recupere el significado y presencia que nunca dejó de tener, por más que tú lo dejaras de ver así.
Os recomiendo encarecidamente este ejercicio de cuando en cuando: sacas, valoras y decides con qué quedarte y cómo y dónde ponerlo. Aunque, a veces, me temo que se tarda más de una semana.